LA REACCIÓN DEL IMPERIO ROMANO CONTRA EL CRISTIANISMO



Los griegos y los romanos que se convirtieron al cristianismo durante los siglos II y III vivieron momentos muy duros. Las primeras comunidades sufrieron incomprensión, acusaciones y violentas persecuciones por parte del poder político del Imperio Romano. El fin de las persecuciones llegó en el año 313 con el Edicto de Milán, en el cual se concedió la libertad religiosa a los cristianos.

Las acusaciones del mundo romano

Los cristianos eran considerados traidores y peligrosos enemigos de el Estado porque rechazaban el culto al emperador. Además, se les consideraba ateos y responsables del hambre y otras desgracias, debido a que no rendían culto a los dioses de la religión romana. Muchos ciudadanos del Imperio creían que los dioses protectores romanos estaban enfadados a causa de los cristianos, y que por ello enviaban enfermedades y otros males como a castigo. Se consideraba la creencia cristiana como una superstición perjudicial, y sus adeptos, irracionales por creer en un crucificado que podía resucitar. Se les acusaba de la realización ceremonias secretas nocturnas y de asesinar recién nacidos para comérselos. Los cristianos se defendían de las acusaciones contando la doctrina y las costumbres cristianas, y justificando su fe en Jesús, único Señor y Salvador, dos títulos que los romanos solo otorgaban al emperador.

Algunos cristianos escribieron documentos jurídicos dirigidos al Senado romano o al emperador para asegurar los derechos de ciudadanía de los cristianos. Otras veces, se escribieron obras de propaganda, dirigidas a los paganos, u obras teológicas en las que se explicaba la fe cristiana en clave de pensamiento griego. Entre los autores de a estas obras de defensa, llamados apologetas, destacaron Justino, Orígenes y Ireneo de Lyon, que mostraron la razonabilidad de la fe.

Las persecuciones

El enfrentamiento de los paganos con los cristianos llegó a convertirse en una feroz persecución por parte de las autoridades del Imperio Romano. No se sabe con exactitud en qué ley romana se basaban los gobernantes para emprender una persecución, aunque existía una norma general que convertía al cristianismo en una religión prohibida (religio illicita).

Las persecuciones eran intermitentes. De vez en cuando se producían detenciones y martirios, y entonces los cristianos se veían obligados a vivir en la clandestinidad. En momentos de crisis las autoridades centrales iniciaban épocas de persecuciones generalizadas, que no siempre eran seguidas uniformemente en todo el imperio. Algunas de las persecuciones más importantes fueron:

Nerón (64 d.C.): Acusó a los cristianos de provocar el incendio de Roma. Los condenó a muerte en espectáculos sangrientos (circo, luchas, gladiadores...). Murieron: San Pedro y San Pablo.

Decio (249-250): . Dirigida a obispos y sacerdotes. Se pretendía acabar con la iglesia matando a los líderes. Los cristianos debían ofrecer sacrificios a los dioses romanos. Muchos de los que se negaron, murieron. Fueron los mártires. Otros se arriesgaron a declarar su fe, pero no murieron. Fueron llamados confesores mártires. Otros ofrecieron sacrificios a los dioses romanos y cayeron en la idolatría: eran los llamados lapsi, y fueron expulsados de la las comunidades cristianas. 

Diocleciano (303-306): La última y más violenta de las persecuciones. El emperador ordenó que se destruyeran las iglesias y se confiscaran los objetos y los libros de culto. Los cristianos que no participaron en el culto imperial fueron ejecutados.

El martirio

El martirio era considerado por los primeros cristianos como una proclamación de fe, una forma radical de seguimiento de Jesús y una manera de revivir la pasión de Cristo, esperando la promesa de la resurrección. Pero los cristianos no debían buscar el martirio, ni idealizarlo. Si se presentaba, solo debían dar testimonio de la fe en Cristo.

El fin de las persecuciones: El Edicto de Milán

En el año 313, los emperadores Constantino y Licinio promulgaron el llamado Edicto de Milán, por el que se daba libertad de culto a todos los ciudadanos del Imperio. La Iglesia pasó a ser considerada una religio licita, una religión permitida, y recibió reconocimiento jurídico por parte del Estado. En la epoca de Constantino, la Iglesia pasó de ser perseguida a ser protegida por diversas leyes que promulgó el emperador. De hecho, el cristianismo acabaría siendo religión oficial del imperio a finales del siglo IV.