LA VISIÓN DE ENOC. INFIERNO, PURGATORIO Y PARAÍSO


En el Libro de los Vigilantes, o Caída de los ángeles, perteneciente al general Libro de Enoc, éste explica una visión en la que describe detalladamente el infierno, el purgatorio y el paraíso. Y todo ello a raíz del conflicto surgido con los Vigilantes, que le pidieron además, que intercediera por ellos. Este es el relato en audio y texto:



En esta visión, vi en mi sueño, lo que digo ahora con la lengua de carne, con el aliento de mi boca que el Grande ha dado a los humanos para que hablen con ella y para que comprendan en el corazón. Así como Dios ha creado y destinado a los hijos de los hombres para que entiendan las palabras de conocimiento, así me ha creado, hecho, y destinado a mí, para que reprenda a los Vigilantes, a los hijos del cielo. Vigilantes: yo escribí vuestra petición y en una visión se me reveló que no será concedida nunca y que habrá juicio por decisión y decreto contra vosotros, que a partir de ahora no volveréis al cielo, y por todas las épocas no subiréis, porque ha sido decretada la sentencia para encadenaros en las prisiones de la tierra por toda la eternidad. Pero antes veréis que todos vuestros seres queridos irán a la destrucción con todos sus hijos, y las riquezas de tus seres queridos y de sus hijos no las disfrutaréis, y ellos caerán en vuestra presencia por la espada de destrucción. Pues vuestra petición por ellos, ni la petición por vosotros serán concedidas. Continuaréis pidiendo y suplicando, y mientras lloráis, no pronunciéis ni una palabra del texto que he escrito.

Esto me fue revelado en la visión: He aquí que las nubes me llamaban, la neblina me gritaba, y los relámpagos y truenos me apremiaban, y me despedían, y en la visión los vientos me hacían volar, me levantaban en lo alto, me llevaban y me entraban en los cielos. Entré en ellos hasta que, llegué al muro de un edificio construido con piedras de granizo, rodeado y cercado completamente con lenguas de fuego que comenzaron a asustarme. Entré por esas lenguas de fuego, hasta que llegué a una casa grande construida con piedras de granizo, cuyos muros eran como planchas de piedra; todas ellas eran de nieve, y su suelo estaba hecho de nieve; Su techo era como re lámpagos y trueno, y entre ellos, querubines de fuego, y su cielo era de agua. Un fuego ardiente rodeaba todos sus muros cercándolos por completo y las puertas eran de fuego ardiente. Entré en esta casa que era caliente como fuego y fría como nieve. No había en ella ninguno de los placeres de la vida. Me consumió el miedo, y el temblor se apoderó de mí. Tiritando y temblando, caí sobre mi rostro y se me reveló una visión:

He aquí que vi una puerta que se abría delante de mí, y otra casa que era más grande que la anterior, construida toda con lenguas de fuego. Toda ella era superior a la otra en esplendor, gloria y majestad, tanto que no puedo describiros su esplendor y majestad. Su piso era de fuego y su parte superior de truenos y relámpagos y su techo de fuego ardiente. Me fue revelada, y vi en ella, un trono elevado cuyo aspecto era el del cristal y cuyo contorno era como el sol brillante, y tuve visión de querubín. Por encima del trono, salían ríos de fuego ardiente, y yo no resistía mirar hacia allá. La Gran Gloria tenía sede en el trono, y su vestido lucía más brillante que el sol, y más blanco que cualquier nieve; ningún ángel podía entrar, y verle la cara, debido a la magnífica Gloria y ningún ser de carne podía mirarlo. Un fuego ardiente le rodeaba, y un gran fuego se levantaba ante Él. Ninguno de los que le rodeaba podía acercársele, y multitudes y multitudes estaban de pie ante Él y Él no necesitaba consejeros. Y las santidades de los santos que estaban cerca de Él, no se alejaban durante la noche ni se separaban de Él. Yo hasta este momento estaba postrado sobre mi rostro, temblando y el Señor por su propia boca me llamó y me dijo: "Ven aquí Enoc y escucha mi Palabra". Y vino a mí uno de los santos, me despertó, me hizo levantar y acercarme a la puerta, e incliné hacia abajo mi cabeza. Y él me correspondió y me habló, y yo oí su voz: "No temas Enoc, hombre justo, escriba de justicia; acércate y escucha mi voz. "Ve, y díle a los Vigilantes del cielo que te han enviado a suplicar por ellos: 'A vosotros corresponde interceder por los humanos, y no a los humanos por vosotros'. ¿Por qué habéis abandonado el cielo alto, santo y eterno, os habéis acostado con mujeres,y profanado a vosotros mismos con las hijas de los hombres, y tomado esposas, como los hijos de la tierra, y habéis engendrado hijos gigantes?. 'Vosotros que fuisteis santos espirituales viviendo una vida eterna, os habéis manchado con la sangre de las mujeres, y habéis engendrado con la sangre de la carne, y como los hijos del hombre, habéis deseado después carne y sangre, como aquellos que mueren y perecen'. "Por eso yo les he dado a ellos mujeres, para que las fecunden y engendren hijos por ellas, y para que así no falten ellos sobre la tierra." 'En cuanto a vosotros, fuisteis primero espirituales, viviendo una vida eterna, inmortal, por todas las generaciones del mundo; por ello no se os han atribuido mujeres, pues la morada de los espíritus del cielo es el cielo. "Y ahora, los gigantes que han nacido de los espíritus y de la carne, serán llamados en la tierra espíritus malignos y sobre la tierra estará su morada. "Los espíritus malos proceden de sus cuerpos, porque han nacido de humanos y de los santos Vigilantes en su comienzo y origen primordial. Estarán los espíritus malos sobre la tierra y serán llamados espíritus malos. "Los espíritus del cielo tienen su casa en el cielo, y los espíritus de la tierra que fueron engendrados sobre la tierra, tienen su casa en la tierra. "Y los espíritus de los gigantes, de los Nefilim, que afligen, oprimen, invaden, combaten y destruyen sobre la tierra y causan penalidades, ellos aunque no comen, tienen hambre y sed y causan daños. "estos espíritus se levantarán contra los hijos de los hombres y contra las mujeres, porque de ellos proceden. "Después de la muerte de los gigantes, cuando los espíritus han salido de su cuerpo, su carne será destruida antes del juicio. Serán así destruidos hasta el día de la gran consumación, del gran juicio en el cual el tiempo terminará para los Vigilantes e impíos, y seréis totalmente consumados.

 "Y ahora, a los Vigilantes, que te han enviado a suplicar por ellos, que en otra época habitaban en el cielo, diles:

'Vosotros estabais en el cielo pero todos los misterios no se os habían revelado. No habéis conocido sino un misterio indigno, y en el endurecimiento de vuestro corazón, lo habéis comunicado a las mujeres y por ese misterio, ellas y los hombres han multiplicado el mal sobre la tierra'. "Diles pues: 'No tendréis paz'".

Después me llevaron a un sitio, cuyos habitantes son como el fuego ardiente, pero cuando desean aparecen como humanos. Me llevaron a la casa de la tempestad, sobre una montaña cuya cima tocaba el cielo, y vi las mansiones de las luminarias y los tesoros de las estrellas y del trueno, en los extremos del abismo donde están el arco de fuego, sus flechas y carcaj, la espada de fuego y todos los relámpagos. Luego me llevaron hasta las aguas de vida, y hasta el fuego del occidente, el que recogió todas las puestas de sol. Llegué hasta un río de fuego cuyas llamas corren como agua, y desemboca en el gran mar, que está al lado del poniente; vi grandes ríos y llegué a una gran oscuridad, y hasta donde ningún ser carnal camina; vi las montañas de las tinieblas de invierno, y el sitio hacia donde fluyen todas las aguas del abismo; y vi la desembocadura de todos los ríos de la tierra y la desembocadura del abismo. Vi los tesoros de los vientos y vi que con ellos, Él, ha adornado toda la creación y los cimientos de la tierra; y vi también la piedra angular de la tierra y los cuatro vientos que sostienen la tierra y el firmamento; vi como los vientos extienden el velo del cielo en lo alto, y cómo tienen su puesto entre el cielo y la tierra: son las columnas del cielo; vi los vientos que hacen girar y que, conducen por las órbitas del sol y de los astros en sus estancias; vi los vientos que sostienen las nubes sobre la tierra; vi los caminos de los ángeles; vi en los confines de la tierra el firmamento en lo alto.

Después fui al sur, y vi un sitio que ardía día y noche, en donde se encontraban siete montañas de piedras preciosas, tres del lado oriental y tres del lado del mediodía. Así, entre las que estaban en el oriente, una era de piedra multicolor, una de perlas, y la otra de piedras medicinales; y las que estaban en el sur eran de piedra roja. La del medio, se elevaba hasta el cielo como el trono del Señor, y la parte alta del trono era de zafiro. Yo vi un fuego ardiente, y más allá de esas montañas está una región donde termina la gran tierra, y ahí culminan los cielos.

Luego me fue mostrado un profundo abismo entre columnas de fuego celeste, y vi en él columnas de fuego que descendían al fondo y cuya altura y profundidad eran inconmensurables; y más allá de este abismo, vi un sitio sobre el cual no se extendía el firmamento, bajo el cual no había tampoco cimientos de la tierra; sobre el que no había ni agua ni pájaros, sino que era un lugar desierto y terrible. Allí vi siete estrellas parecidas a grandes montañas, que ardían, y cuando pregunté sobre esto, El ángel me dijo: "Este sitio es el final del cielo y de la tierra; ha llegado a ser la prisión de las estrellas y de los poderes del cielo". "Las estrellas que ruedan sobre el fuego son las que han transgredido el mandamiento del Señor, desde el comienzo de su ascenso, porque no han llegado a su debido tiempo; y Él se irritó contra ellas y las ha encadenado hasta el tiempo de la consumación de su culpa para siempre, en el año del misterio".

Después, Sariel me dijo: " Aquí estarán los Vigilantes, que se han conectado por su propia cuenta con mujeres. Sus espíritus asumiendo muy diversas apariencias se han corrompido y han descarriado a los humanos, para que sacrifiquen a demonios y dioses, hasta el día del gran juicio, en que serán juzgados y encontrarán su final. "En cuanto a sus mujeres, las que fueron seducidas por los Vigilantes, se volverán sosegadas".

Yo, Enoc, solo, he visto la visión; el final de todas las cosas y ningún humano ha visto lo que yo he visto.

He aquí los nombres de los santos ángeles que vigilan: Uriel, uno de los santos ángeles, llamado el del trueno y el temblor; Rafael, otro de los santos ángeles, el de los espíritus de los humanos; Rauel, que se venga del mundo de las luminarias; Miguel, encargado de la mejor parte del la humanidad y del pueblo; Sariel, encargado de los espíritus de los hijos de los hombres que pecan en espíritu; Gabriel,  encargado del paraíso, las serpientes y los querubines; Remeiel, al que Dios ha encargado de los resucitados.

Después volví hasta donde todo era caótico; y allá, vi algo horrible: no vi ni cielo en lo alto ni tierra firme fundamentada, sino un sitio informe y terrible. Vi allí, cuatro estrellas del cielo encadenadas que parecían grandes montañas ardiendo como fuego. Entonces pregunté: "¿Por qué pecado están encadenadas y por qué motivo han sido arrojadas acá?". Uriel, el Vigilante y el Santo que estaba conmigo y me guiaba, me dijo: "Enoc, ¿por qué preguntas y te inquietas por la verdad?. Esta cantidad de estrellas de los cielos son las que han transgredido el mandamiento del Señor y han sido encadenadas aquí hasta que pasen diez mil años, el tiempo impuesto según sus pecados.

Desde allí pasé a otro lugar más terrible que el anterior y vi algo horrible: había allá un gran fuego ardiendo y flameando y el lugar tenía grietas hasta el abismo, llenas de columnas descendentes de fuego, pero no pude ver, ni sus dimensiones, ni su magnitud, ni haría conjeturas. Entonces dije: "¡Qué espantoso y terrible es mirar este lugar!". Contestándome, Uriel el Vigilante, y el Santo que estaba conmigo me dijo: "Enoc ¿por qué estás tan atemorizado y espantado?". Le respondí: "Es por este lugar terrible y por el espectáculo del sufrimiento". Y él me dijo: "Este sitio es la prisión de los ángeles y aquí estarán prisioneros por siempre".

Desde allí, fui a otra parte, a una montaña de roca dura; había ahí cuatro pozos profundos, anchos y muy lisos. Y dije: "¡Qué lisos son estos huecos y qué profundos y oscuros se ven!". En ese momento, Rafael el Vigilante y el Santo, que estaba conmigo, me respondió diciendo:"Estas cavidades han sido creadas con el siguiente propósito; que los espíritus de las almas de los muertos puedan reunirse y que todas las almas de los hijos de los hombres se reúnan ahí. Así pues esos son los pozos que les servirán de cárcel; "Están hechos para tal cosa, hasta el día en que sean juzgados, hasta el momento del gran juicio que se les hará el último día". Vi allí al espíritu de un hombre muerto acusando, y su lamento subía hasta el cielo, gritando y acusando. Entonces pregunté a Rafael el Vigilante, y el Santo que estaba conmigo: "¿De quién es este espíritu que está acusando, que se queja de tal modo que sube hasta el cielo gritando y acusando?". Me respondió diciendo: "Este es el espíritu que salió de Abel, a quien su hermano Caín asesinó; él lo acusa, hasta que su semilla sea eliminada de la faz de la tierra, y su semilla desaparezca del linaje de los hombres". Entonces pregunté observando todos los pozos: "¿Por qué están separados unos de otros?" Me respondió diciendo: "Esos tres han sido hechos para que los espíritus de los muertos puedan estar separados. Así, una división ha sido hecha para los espíritus de los justos, en la cual brota una fuente de agua viva.  "Y así, ha sido hecha ésta para los pecadores cuando mueren, y son sepultados, y no se ha ejecutado juicio contra ellos en vida. "Aquí sus espíritus serán colocados aparte, para esta gran pena, hasta el día del gran juicio, y castigados y atormentados para siempre, quienes merecen tal retribución por sus espíritus.  "Esta división, ha sido separada para quienes presentan su queja y denuncian su destrucción, cuando fueron asesinados en los días de los pecadores. También ha sido hecha ésta para los espíritus de los hombres que no fueron justos sino pecadores, para todos los transgresores y los cómplices de la transgresión, que en el día del juicio serán afligidos fuera de allí, pero no serán resucitados desde allí". Entonces bendije al Señor de Majestad, y dije: "Bendito sea el juicio de justicia y bendito sea el Señor de Majestad y Justicia, que es el Señor del mundo".

Desde allí fui transportado a otro lugar al occidente, en las extremidades de la tierra; me fue mostrado un fuego que corría sin descanso y sin interrumpir su carrera ni de día ni de noche, permaneciendo constante. Yo pregunté diciendo: "¿Qué es esto que no tiene reposo alguno?". Me respondió Rauel: "La función de este fuego que corre hacia el occidente es guiar a todas las luminarias del cielo. Y me mostró las montañas: el suelo entre ellas era de fuego ardiente y llameaba por las noches. Fui hacia allá, y vi siete montañas magníficas, diferentes entre sí y de piedras preciosas y hermosas, y todas eran espléndidas, de apariencia gloriosa y bello aspecto: tres por el oriente, apoyadas una contra la otra; y tres por el sur, una bajo la otra; y vi cañadas profundas y sinuosas, ninguna de las cuales se unía a las demás. La séptima montaña estaba en medio de todas, superándolas en altura a la manera de un trono, rodeada por árboles aromáticos, entre los cuales había un árbol, cuyo perfume yo no había olido nunca, y no había perfume similar entre estos ni entre los demás árboles: exhala una fragancia superior a cualquiera, y sus hojas, flores, y madera, no se secan nunca, su fruto es hermoso y se parece a los dátiles de las palmas. Entonces dije: ""¿Qué árbol tan hermoso! Es bello a la vista, su follaje gracioso y su fruto tiene un aspecto muy agradable". Entonces, Miguel el Vigilante,  y el santo, que estaba conmigo y que estaba encargado de esos árboles, me contestó. Y me dijo: " Enoc, para qué me preguntas por el perfume de ese árbol y para qué quieres saber la verdad?". Entonces, yo, Enoc, le respondí así: "Deseo aprender de todo, pero especialmente acerca de este árbol". Y él me contestó diciendo: Esta montaña alta que has visto y cuya cima es como el trono de Dios, es su trono, donde se sentará el Gran Santo, el Señor de Gloria, el Rey Eterno, cuando descienda a visitar la tierra con bondad. "No se permite que ningún ser de carne toque este árbol aromático, hasta el gran juicio, cuando Él se vengará de todo, y llevará todas las cosas a su consumación para siempre, pero entonces será dado a los justos y a los humildes. "Su fruto servirá como alimento a los elegidos y será transplantado al lugar santo, al templo del Señor, el Rey Eterno. Entonces ellos se regocijarán y estarán alegres; entrarán en el lugar santo y la fragancia penetrará sus huesos; y ellos vivirán una larga vida, tal y como la que sus antepasados vivieron. En sus días no los tocará ningún sufrimiento ni plaga ni tormento ni calamidad." Entonces bendije al Dios de la Gloria, al Rey Eterno, porque había preparado tales cosas para los humanos, para los justos. Estas cosas, Él las ha creado, y ha prometido dárselas.

Fui trasladado desde allí hasta el centro de la tierra, y vi un lugar bendito, en el cual había árboles cuyas ramas brotaban permanentemente. Allí me fue mostrada una montaña santa, y salía agua de debajo de la montaña, desde el oriente y descendiendo hacia el sur. Y vi al oriente, otra montaña más alta que aquella, y entre ellas un cañón profundo y angosto por el que corría el agua que salía de la montaña. Y al occidente otra montaña, más baja que la anterior, poco elevada, y por debajo, entre las dos, una hondonada profunda y seca, y otra hondonada entre las tres montañas. Todas eran barrancos profundos de roca dura y no había árboles plantados en ellos. Yo me maravillaba de las montañas y me asombraba de los barrancos, me asombraba demasiado. Entonces dije: "¿Por qué esta tierra está bendita y llena de árboles y en medio están estos barrancos malditos?" Entonces Sariel, el Vigilante, y el santo que estaba conmigo, me respondió y dijo: "Este barranco maldito es para aquellos que están malditos para siempre; ahí serán reunidos todos los malditos que con su boca, pronuncian palabras indecorosas contra el Señor y ofenden su Gloria; ahí serán reunidos y ahí estará el lugar de su juicio. El los últimos tiempos se ejecutará sobre ellos en justicia el espectáculo del juicio, en presencia de los justos para siempre; ahí se manifestará la misericordia y la bendición del Señor de Gloria y el Rey Eterno. El día del juicio sobre los anteriores, ellos le bendecirán por la misericordia que les ha reservado. Entonces yo bendije al Señor de Gloria, promulgué su Gloria y alabé su grandeza.

Fui desde allí hacia el oriente, en medio de la cordillera del desierto y vi el desierto: estaba solitario y lleno de árboles y plantas; brotaba agua desde arriba, acometiendo como un río caudaloso que fluía hacia el noroeste llevando el agua y el rocío por todos lados.

Desde allí fui a otro lugar en el desierto y me alejé mucho, hacia el oriente de este sitio. Allí vi árboles silvestres que exudaban perfumes de incienso y mirra y sus frutos son parecidos a las nueces.

Y más allá de ellos, me alejé muy al oriente, y vi otro gran lugar, con valles de muchas aguas, en el que había cañas dulces aromáticas semejantes al lentisco; y en las orillas de estos valles vi el fragante cinamomo. Y más allá de estos valles, me alejé hacia el oriente. Me fueron mostradas otras montañas y también en ellas vi árboles de los cuales salía la resina llamada tsaru y gálbano. Más allá, todos los árboles estaban llenos de resina que era semejante a la corteza del almendro. Cuando se casca en estos árboles sale de ellos un olor perfumado, y cuando se muelen, las cortezas son superiores a cualquier perfume. Más allá de tales montañas, hacia el noreste de ellas, me fueron mostradas otras montañas, llenas de nardo escogido, lentisco, cardamomo y pimienta.

Desde allí, continué hacia el oriente de todas estas montañas, lejos de ellas; al oriente de la tierra fui llevado por encima del mar Rojo, y me alejé mucho de él; pasé por encima de la oscuridad, lejos de ella; y fui llevado al lado del Paraíso de Justicia, y me fueron mostrados desde lejos, árboles en él, árboles numerosos en exceso y grandes, diferentes unos de otros. Vi allí un árbol que era distinto de todos los demás, muy grande, bello y magnífico, el árbol de la sabiduría; los que comen de su fruto, aprenden gran sabiduría.

El árbol es tan alto como un abeto, sus hojas se parecen a las del algarrobo y su fruto es como un racimo de uvas, muy bonito; y la fragancia de ese árbol penetra hasta muy lejos. Y yo dije: "¡Qué hermoso es este árbol y cómo atrae mirarlo!". Remeiel el Vigilante, y el santo, que estaba conmigo, me contestó y dijo: "Es el árbol de la sabiduría, del cual comieron tu primer padre y tu primera madre, y aprendieron la sabiduría y sus ojos se abrieron y comprendieron que estaban desnudos, y fueron expulsados del jardín del Edén".

Desde allí, fui hasta los confines de la tierra y vi allí, grandes bestias diferentes unas de otras, y también pájaros que diferían en sus aspectos, hermosura y trinos. Al oriente de esas bestias vi el final de la tierra, donde el cielo descansa, y donde se abren los portales del cielo. Vi como nacen las estrellas del cielo, y los portales de los que proceden, y anoté las salidas de cada una de las estrellas, según su número, nombre, curso y posición y según su tiempo y meses, según me las mostraba Uriel, uno de los Vigilantes. Y me mostró y escribió para mí todo, incluso escribió para mí sus nombres de acuerdo con sus tiempos.

Desde allí, fui transportado a la extremidad norte de la tierra y me fueron mostradas grandes obras: Vi tres puertas del cielo abiertas; a través de cada una de ellas vienen los vientos del norte, y cuando soplan, hay frío, granizo, escarcha, nieve, rocío y lluvia. Si salen por una sola de las puertas, soplan para bien; pero cuando soplan a través de las otras dos es con violencia y calamidad sobre la tierra pues soplan con fuerza.

Y desde allí, fui hasta la extremidad occidental de la tierra y vi tres puertas del cielo abiertas, el mismo número de puertas y salidas que había visto en el oriente.

Desde allí fui transportado a la extremidad sur de la tierra y allí me fueron mostradas sus tres puertas abiertas del viento sur: para el rocío, la lluvia y el viento.

Y desde allí, fui transportado al límite oriental del cielo, y vi las tres puertas orientales abiertas, las tres puertas orientales del cielo, y encima de ellas unas puertas pequeñas; Por cada una de estas puertas pequeñas pasan las estrellas del cielo y corren por el curso trazado para ellas hacia el occidente. Al ver esto bendije todo el tiempo al Señor de Gloria, y continuaré bendiciendo al Señor de Gloria, que ha realizado grandes y magníficos prodigios para mostrar la grandeza de su obra a los ángeles, a los espíritus, y a los humanos, para que ellos, puedan alabar esa obra, toda su creación, para que puedan ver la manifestación de su poder y alaben la grandiosa obra de sus manos y le bendigan por siempre.