PLURALISMO MITOLÓGICO HINDÚ

Si preguntamos a un hindú sobre "Dios" es muy posible que nos diga: de Dios, solo hay uno... pero seguramente no tardará en añadir que hay tantas divinidades que, realmente, son incontables. Esta paradoja tiene su lógica: el llamado politeísmo hindú; aunque yo prefiero denominarlo pluralismo mitilógico y, aún mejor, hospitalidad teológica hindú.

La mayoría de dioses (devas, devatas) de la India, tienen muchas formas, nombres y manifestaciones. Son famosas las letanías que cantan los 108 y los 1008 nombres de la Diosa (Devi). Cuando el devoto loa a Chamuda, Kali, Parvati, Lakshmi, Radha, Shitala... glorifica lo divino concebido como la gran Diosa (Devi, Hakti), el Principio Último Femenino. Pero nada impide a otro devoto (o al mismo, en otro contexto) considerar "su" Durga una diosa diferente a "tu" Kali. Desde cierta óptica, Devi es la única diosa con nombres diferentes. Desde otra, remite a una multitud de divinidades con significados, panteones, rituales y funciones diferentes. La fluidez entre lo único y lo múltiple es una característica del politeísmo o pluralismo mitológico hindú.

Pasa lo mismo con Shiva, con Vishnu y sus avatares, y con las decenas de miles de divinidades que pueblan los 600.000 pueblos de la India. Muchos de estos seres de luz (uno de los significados de la palabra deva) son propios de un pequeño pueblo o de una pequeña comarca. Cumplen ciertas funciones cósmicas y rituales (no muy diferentes de las que desarrollan los ángeles, los santos y las vírgenes del catolicismo). Pero se ha de entender que la separación entre lo humano y lo divino ha sido siempre tenue en la India. Un dios no es Dios. Los sacerdotes, las bailarinas, los yogis, los gurús, hasta el novio y la novia el dia de su boda, son manifestaciones de los dioses (y venerados como tales). Por ello, cuando un hindú afirma que es divino, no dice nada blasfemo. De hecho, expresa el ideal de su camino espiritual: la realización de lo Divino. Y es que muchas de las más importantes teologías el hinduismo postulan que lo Real tiene estancia en lo más íntimo del ser humano; es el antayamin, lo Divino inmanente.

Entonces, podremos entender que exista una gran libertad para designar y concebir la Realidad Única. A una mayoría le gustará expresar lo Divino como Ser Supremo, una imagen a la cual dirigen su plegaria o en la cual meditan con el yoga. Puede visualizarse como una dama anciana, un joven bien parecido, un rey majestuoso, una piedra al lado de un árbol, un sonido que reverbera, etc. Para muchos esta Realidad es identificable con un dios (Ishvara) concreto. Para un vishnuita, este principio eterno es Vishnu (aunque para la meditación ritual y emocional, el devoto seguramente escogerá alguna de sus manifestaciones, como Rama o Krishna). Un shakta le llamará Durga; un shavaista lo concebirá como Shiva. Esto ha hecho que más de uno se pregunte si lo que denominamos hinduismo no será, en realidad, una familia índica de religiones. Ahora bien, este dios no es el creador (función estelar del Dios semítico, pero que en las cosmologías índicas es secundaria, ya que el mundo se reorganiza periódicamente) ni es único. Los hindús aceptan de buen grado la participación de otros seres de luz, normalmente subordinados al Ser Cósmico. Su hospitalidad teológica es proverbial.

Otros llegan a prescindir de todo antropomorfismo y mantienen que estos dioses son solo aspectos de lo absoluto (brahman), Único sin segundo (advaita). Sea como sea, esta esencia es para el hindú un hecho, que puede ser intuido, captado o adorado, sea en el ritual, la concentración, la acción o la devoción.

Agustín Pániker. Indólogo y editor de Kairós.