Singularidad tecnológica
Para el ingeniero de Google, Ray Kurzweil, la singularidad tecnológica o Singularidad está cerca. Nuestra especie está a punto de evolucionar artificialmente y convertirse en algo diferente de lo que ha sido siempre. ¿Estamos preparados para afrontarlo?
La Singularidad será un acontecimiento que sucederá dentro de unos años con el aumento espectacular del progreso tecnológico debido al desarrollo de la inteligencia artificial. Eso ocasionará cambios sociales inimaginables, imposibles de comprender o predecir por cualquier humano anterior al citado acontecimiento. En esta fase de la evolución se producirá la fusión entre tecnología e inteligencia humana. Finalmente la tecnología dominará los métodos de la biología hasta dar lugar a una era en que se impondrá la inteligencia no biológica de los posthumanos que se expandirá por el Universo.
La Singularidad será un acontecimiento que sucederá dentro de unos años con el aumento espectacular del progreso tecnológico debido al desarrollo de la inteligencia artificial. Eso ocasionará cambios sociales inimaginables, imposibles de comprender o predecir por cualquier humano anterior al citado acontecimiento. En esta fase de la evolución se producirá la fusión entre tecnología e inteligencia humana. Finalmente la tecnología dominará los métodos de la biología hasta dar lugar a una era en que se impondrá la inteligencia no biológica de los posthumanos que se expandirá por el Universo.
Hace falta decir que Kurzweil es un insigne representante de la ideología transhumanista muy extendida en ámbitos científicos que desarrollan tecnologías NBIC (nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información, ciencia cognitiva) y otros como inteligencia artificial, robótica o neurociencia espiritual, así como entre filósofos, intelectuales, financieros y políticos que buscan una finalidad: la “mejora” de la especie humana, el cambio en su naturaleza y la prolongación de su existencia.
El filósofo Nick Bostrom ha definido el transhumanismo como “un movimiento cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, y aplicar al hombre las nuevas tecnologías, a fin de que se puedan eliminar los aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana: el padecimiento, la enfermedad, el envejecimiento e, incluso, la condición mortal”.
Según esta visión, hay que diferenciar entre transhumano y posthumano. El primero sería un ser humano en transformación, con algunas de sus capacidades físicas y psíquicas superiores a las de un humano normal. En cambio, un posthumano sería un ser (natural-artificial) con unas capacidades que sobrepasarían de forma excepcional las posibilidades del hombre actual. Esta superioridad sería tal que eliminaría cualquier ambigüedad entre un humano y un posthumano, completamente diferente y más perfecto.
Por otra parte, la visión Smart City propone que el hábitat humano mejore tecnológicamente a través de la llamada inteligencia ambiental. Las tecnologías aplicadas al territorio y a la ciudad entendida como un sistema de información permitirán abstraer esta información de su soporte físico material, integrándola en un sistema operativo externo que facilitará una gestión urbana más inteligente.
¿Se implementará en los próximos años una noocracia democrática basada en la inteligencia colectiva, la sincronización global de la conciencia humana y el poder distribuido horizontalmente? ¿O bien el desarrollo de la Red como Supercerebro de Gaia comportará un totalitarismo cibernético?
Estamos ante un gran debate sobre el futuro de la condición humana, la organización social, el hábitat urbano, el misterio de la iniquidad, y nuestra relación con el orden natural que rige el mundo y el cosmos. Con el fin de abordarlo hace falta una gran dosis de prudencia y responsabilidad. El proyecto humano es abierto. La integración cognitiva será clave en esta etapa evolutiva del hombre y la noosfera. Necesitaremos un humanismo fundamentado en la conciencia universal, abierto a la Trascendencia, centrado en la libertad y dignidad de la persona, en su esencia, belleza y perfeccionamiento integral. El ser humano es aquel que equilibra condición biológica y dimensión espiritual. Los mecanismos clave de la evolución humana son el amor y el altruismo. La evolución va hacia el Espíritu.
La racionalidad del cosmos puede entenderse mediante la ley natural, fundamento del derecho positivo y de la ética universal que identifica el bien común en cada momento y situación. La conciencia, en sentido amplio, los principios morales, y una democracia adelantada y justa, permitirán fijar medidas de autocontrol y definir los límites infranqueables ante las nuevas tecnologías, con el fin de evitar, en el futuro, el dominio absoluto de unos cuantos posthumanos sobre el resto de la humanidad.
A. CORTINA RAMOS, abogado, director del Estudi DTUM - Urbanisme 3.0
Bioética de la "mejora"
El filósofo Albert Camus afirma que “el hombre es la única criatura que rechaza ser lo que es”. Este inconformismo explica el éxito evolutivo del Homo sapiens: nuestra extraordinaria capacidad de adaptación al medio, desde las sabanas africanas hace 40.000 años al espacio exterior. El transhumanismo quiere introducir artificialmente unas mejoras (genéticas, orgánicas, tecnológicas) en el hombre con el objetivo de hacerlo más feliz. Nos podemos imaginar, no ya los deseables resultados de la medicina regenerativa o la robótica, sino verdaderos ciborgs (seres biónicos), con chips integrados que les permitan interactuar mentalmente con otros individuos y con superordenadores o androides. O bien, superatletas que representen el dopaje fisicoquímico perfecto y dejen atrás nuestros Usain Bolt o Ryan Lochte.
Esas modificaciones neuronales/conductuales también podrían alterar nuestros procesos deliberativos, comprometiendo nuestra libertad. Hay que reflexionar y dotarnos de regulaciones que respeten los principios de libertad, igualdad y fraternidad, que son primordiales para todo el mundo. Sin embargo, la mejora humana promovida por el transhumanismo comportaría a la larga la desaparición de lo que somos ahora, quizás pasando por una sumisión a los nuevos posthumanos. ¿Estamos preparados para eso o bien pensamos que hay que conservar nuestro patrimonio genético (cuya manipulación es objetivo prioritario de los transhumanistas) y seguir siendo hombres, con nuestra dignidad inalienable? Los códigos bioéticos prohíben la modificación genética de las células de la línea germinal, precisamente con el fin de evitarlo. Cada día conocemos mejor nuestro genoma, pero también crece lo que desconocemos.
¿Pensamos de verdad que unos seres posthumanos superdotados física y cognitivamente serían más felices? ¿Queremos acabar convirtiéndonos en sociedades totalitarias, como las reflejadas en los filmes Gattaca o La isla o, el más reciente Elysium, en el que estos posthumanos dominan y desprecian a los humanos normales? ¿Sería justo que unos cuantos (seguramente los más ricos) tengan acceso a todas estas mejoras, mientras una gran mayoría queda al margen? El hombre ha triunfado evolutivamente porque ha estado y es cooperativo, no cuando es egoísta. Albert Einstein decía que “Dios no juega a los dados”; a ver si seremos ahora los hombres los que jugamos, pero mucho cuidado, porque el riesgo de perder será nuestra desaparición como especie.
M.À. SERRA BELTRÁN, biólogo y gestor científico, Universitat Pompeu Fabra.