EL CAMINO ESPIRITUAL DE ZOROASTRO

Proclamaba que el Bien era Ahura Mazda y el Mal Angra Mainyú. Aquél había creado y sembrado el bien, y éste trataba de ensuciar, destruir y arruinar la obra de Ahura.
Estaba muy atormentado porque los hombres de su tribu seguían llenos de supersticiones y terrores primitivos. Las incursiones de los turanios, sus vecinos, les hacían vivir en la intranquilidad y la miseria. Por ello, pensaba sobre como librarlos de la angustia y la ignorancia: mediante una religión mejor, y de los turanios aconsejándoles que se uniesen.
Un día, se le apareció, en lugar de un dios, idea que ya iba tomando cuerpo en su mente, el Espíritu Malo, el Príncipe de la Mentira, autor y causa de todas las angustias, fanatismos y miserias de sus compatriotas. Se le veía gritando: "¡Pues no, no cederé ante ti!". Tras lo cual añadió con firmeza: "¡El Dios de la luz será victorioso de ti, oh Demonio de las tinieblas!". Finalmente, iluminado, añadió: "¡Se acabaron dudas, incertidumbres y sufrimientos! Voy a ponerme en camino para instruir a los hombres. Para decirles que sus dioses de terror y de superstición no son sino los agentes del Espíritu del Mal y de la Mentira. Y que los turanios que vienen a robarnos nuestros ganados son enviados por él. Y les anunciaré también que no está lejano el día en que Él, Ahura Mazda, el Creador, el Dios supremo, el Ser de luz y de verdad ¡vencerá al Malo!"
Tras esa declaración de intenciones, Zoroastro fue favorecido por Ahura Mazda con una teofanía, que es una ayuda a los elegidos para marcarles la vía que tienen que seguir y darles de este modo prueba de su divina decisión. Estaba Zaratustra, al amanecer, al borde del rio sagrado Daiti, cuando un personaje avanzó hacia él llevando en las manos un bastón centelleante. Era el arcángel Vohu Mana, cuya talla era "nueve veces la de un hombre". Luego oyó que le ordenaba que se despojase de su forma corporal y le siguiese. Zaratustra lo hizo, y el arcángel, satisfecho, le ordenó: "Sígueme, te voy a conducir ante Ahura Mazda el Puro, el Creador, y ante sus santos Ángeles." Notó al llegar ante Ahura Mazda, que su propio cuerpo no proyectaba sombra. Al oír que le ordenaban que avanzase "se sentó en el sitio destinado a los averiguadores". Vohu Mana le reveló la verdadera doctrina a Zarathustra y fue iniciado también en ciertos secretos misteriosos. Luego permitió que volviese a la Tierra, recuperase su cuerpo y finalmente, y tal cual le había ordenado, que empezase a predicar a los hombres la buena doctrina.
Pero su obediencia le causó de nuevo disgustos. No todos le escuchaban o le seguían. Unos se reían; otros, le volvían la espalda. Los puntos principales de su predicación eran: Venerar a Ahura Mazda, glorificar a los Arcángeles, oponerse a los Demonios, y un cuarto punto no relacionado con lo celestial: aconsejaba que los matrimonios se celebrasen entre parientes próximos.
Aunque no hay información precisa sobre la religión del Irán antes de Zaratustra, parece ser que Ahura Mazda, quien para Zarathustra personificaba el Bien y hacia el que había que tender siempre, era para los reyes persas el más grande de los dioses. Era ya considerado como invisible y su símbolo el fuego. Además, carecía de templos. Zaratustra pudo hablar quizás no de un dios nuevo, pero sí nuevamente concebido, pues no se trataba de un simple dios, sino el dios encarnación del Bien, destinado a triunfar sobre el Espíritu del Mal.
Visiones y Arcángeles
Visiones y Arcángeles

Luego fueron Kshathra (la Fuerza), Armaiti (la Piedad), Haurvatat (la Salud) y Ameretat (la Inmortalidad); le encargaron la tutela de los metales y de las minas, la vigilancia de distritos y fronteras, y le facilitaron indicaciones relativas al uso de las aguas y la utilización y empleo de las plantas. Es decir, lo que un buen jefe de tribu o de Estado podía necesitar para llevar a cabo su labor.
Tras diez años todo empezó a cambiar cuando el rey Vishtaspa se dignó escucharle. Ahura Mazda reconoció que de no ayudarle un poderoso todo hubiera sido inútil, pues el terrible Angra Mainyú no le dejaría en paz. Y decidido a que el Malo no ganase, comenzó a proteger a Zoroastro de manera directa y abierta. Gracias a esta decisión, cuando camino del palacio de Vishtaspa le salieron al paso "dos reyes infieles y tiránicos", Zaratustra elevó sus ojos al Cielo recitando una plegaria, y el Puro, el Creador, envió un viento huracanado que, respetando al profeta, levantó por los aires a los que venían a cerrarle el paso, además de enviar contra ellos una gran cantidad de pájaros.