EL NÚMERO SIETE EN APOCALIPSIS



El número siete

Es significativa la referencia en Apocalipsis a los números, como el siete. Así aparece el cordero con siete ojos; hay un candelabro de siete brazos; el Hijo del Hombre se encuentra entre siete candeleros y tiene en sus manos siete estrellas. Siete son las Iglesias de Asia: siete también son los sellos; y siete son los ángeles con las siete trompetas salidos del séptimo sello.

El siete es un número sagrado para los hebreos. El siete se usa en la Biblia con referencia a lo completo y lo perfecto. El siete se menciona 737 veces en la Biblia. El 7 es usado 54 veces en apocalipsis. 

En hebreo, la palabra siete es "Sheva". Viene de la raíz "Sabbath", cesar, descansar, reposar. El numero “7” está asociado con las palabras "cumplimiento” o “algo que se ha completado”. Génesis 2:2-3 Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizoY bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación. Aparece la palabra “reposó” dando a entender que algo se había completado o cumplido. El final de los acontecimientos en Apocalipsis tiene una polaridad: Sera cataclísmico por un lado y reparador por el otro. El Libro expresa la idea del retorno en un doble sentido: Del Hombre hacia Dios y de Dios hacia el Hombre.

Desde la filosofía pitagórica, el siete es la cifra de Dios en su unidad y plenitud perfecta, el número mayor del cosmos, el septenario generador compuesto por el tres: los tres niveles del mundo: celeste, terrestre, infernal, y todas las trinidades, y el cuatro: los cuatro elementos, tierra, aire, fuego y agua, y con ellos la multiplicidad del universo material. En la Cábala el siete es el triunfo con guerras y luchas, dolor y amarguras. El fuego, elemento purificador en las profecías apocalípticas, tiene connotaciones de dolor físico referidas al final de los tiempos

Con este marco septenario, ¿la teoría pitagórica de las octavas (o afinación pitagórica) en la que los siete tonos producen el diapasón, una armonía musical y universal, podría aplicarse de una firma críptica  a una estructura del final de los tiempos y una dinámica de la catástrofe inevitable? Señalemos la inquietante coincidencia del soporte septenario del desastre con el conjunto también septenario del matemático René Thom.

Las siete catástrofes elementales de Thom

René Thom, fue un matemático francés fundador de la teoría de las catástrofes, cuya explicación básica es esta: Cuando un sistema está en reposo, no sufriendo cambios, el mismo tiende a ocupar un estado estable preferido. Si ese sistema es sometido a las fuerzas del cambio, inicialmente trata de absorber esas fuerzas y a permanecer en su estado estable, pero si las fuerzas son tan fuertes que no puede absorberlas, entonces ocurre un Cambio Catastrófico (que pueden llegar a ser para Thom siete tipos de catástrofes elementales) y se establece un nuevo estado o conjunto de estados de estabilidad. No hay un regreso de continuidad al viejo estado. 

Esta teoría estudia tanto la destrucción como “el cambio de la luz del sol en el fondo de un estanque” o el “repentino tránsito de la vigilia al estado de sueño”, permitiendo analizar tanto los cambios paulatinos, como la caída de un imperio, o las alteraciones repentinas (lo imprevisible), como la explosión de una burbuja de jabón o la instantánea comprensión y captación del significado de una frase o de un símbolo.

En el Apocalipsis, la teoría permite estudiar los arquetipos como patrones de regularidad local. La identificación de estos patrones es lo que hace que los procesos no sean caóticos sin más, sino que además, se refieran al Caos en si, pero también al caos del que surge un orden y una estética, ya sea mediante formas características como las alas de una mariposa o la blancura de un copo de nieve, o como el aspecto de un ángel candoroso o la extraña belleza de un dragón; o bien a través de etapas o procesos, como el divino tocar de la trompeta por el ángel, o la indigna impregnación del signo de la Bestia en las manos o en la frente, o la expresión de la voluntad divina bajo la forma de una profecía.