DISERTACIONES. EL MÉTODO DE EDGAR CAYCE



La revelación o disertación clarividente según las propias palabras de Edgar Cayce


"Es bastante difícil describir algo que ha llegado a formar parte de mi mismo (casi como tratar de describir mi rostro); puedo mostrároslo, pero no describíroslo. Solo puedo deciros lo que otros han dicho acerca de las disertaciones, y lo que yo he pensado a medida que he ido estudiando el efecto creado en las mentes de aquellos que las han recibido". Mucha gente que nunca asistió a una disertación me ha preguntado como yo podía dar una. Nunca lo supe, y no lo se aún, sino es aceptando la palabra de otra persona que así me lo asegura".

"Lo primero que hago cuando me dispongo a dar una disertación, es lo siguiente: aflojo mis ropas (los cordones de los zapatos, la corbata, el cinturón) con el fin de establecer una perfecta circulación en todo mi cuerpo. Luego me acuesto en el sofá de mi despacho. Si la disertación que voy a dar versa sobre el estado físico del paciente, oriento mi cabeza hacia el sur y los pies hacia el norte. Si va a tratar de la vida en general de esa persona, de su carácter, etc. Me sitúo en el sentido opuesto. La razón para esta diferencia de polarización no la sé".

"Una ve tumbado confortablemente, pongo las manos sobre mi frente, en el lugar donde, según me han dicho los observadores, se encuentra el tercer ojo, y comienzo a orar. Es interesante comprobar que, de manera inconsciente e instintiva, desde el principio adopté las prácticas utilizadas por los iniciados en la meditación".

"Luego, espero unos minutos, hasta recibir lo que podría llamarse la señal para empezar (un flash de luz blanca y brillante, a veces, con tonalidades doradas). Esta luz es para mi, el individuo con el que he establecido contacto. Cuando no la veo, se que no puedo dar loa disertación".

"Después de observar la luz, bajo las manos hacia el plexo solar, y (según me dicen) mi respiración se hace muy profunda y rítmica. Esto continúa durante varios minutos. Cuando, finalmente, mis ojos comienzan a cerrarse y parpadear (hasta ahora habían permanecido abiertos, aunque fijos), el guía de la sesión sabe que estoy listo para recibir las sugerencias, que él procede a darme, lenta y claramente. Se me da el nombre del individuo a quien va dirigida la disertación y la dirección donde se encuentra en ese momento. A esto sigue una pausa, hasta que el cuerpo es localizado, y comienzo a dar una descripción de su estado".

"En cuanto a la validez de la información que pasa a través de mí cuando estoy dormido, ha sido objetivamente probada cientos de veces, dados los resultados obtenidos al aplicar mis consejos. No pretendo en absoluto poseer grandes conocimientos. Yo también ando a tientas buscando la verdad".

"Pero todos aprendemos únicamente por la experiencia. Llegamos a tener fe o comprensión paso a paso. Todos necesitemos tener nuestras experiencias y llegar a las propias conclusiones, sopesando la evidencia y comprobando si responde a los más profundo que llevamos dentro de nuestro ser. De hecho parece haber no solo una, sino varias fuentes de información a las que tengo acceso cuando me hallo en este estado, dormido".

"Una de las fuentes es, aparentemente, el registro, la huella que las experiencias de un individuo o una entidad dejan a través de lo que llamamos tiempo. El conjunto de las experiencias de ese alma está escrito, por así decirlo en el subconsciente de ese individuo, así como en los llamados archivos akáshicos (la substancia etérea o electro-espiritual de la que está formado el Universo). Cualquier persona puede leer esos registros si capta la onda apropiada, si sintoniza adecuadamente".

"Parece que yo soy uno de los pocos que pueden dejar a un lado sus propias personalidades, permitiendo a mi alma ponerse a tono y captar la onda de esa fuente universal de conocimiento.. Digo esto sin ninguna presunción o vanidad; de hecho, no pretendo poseer nada que otros individuos no tengan de manera innata.No creo q ue haya un solo individuo que carezca de esta misma habilidad. Estoy seguro de que todos los seres humanos son portadores de poderes mucho mayores de los que ellos jamás imaginarían (si tan solo se propusieran pagar el precio que exige el desarrollo de esas habilidades, que no es otro que olvidarse de egoísmo y del interés propio)".

Entradas relacionadas:

EDGAR CAYCE. EL NOSTRADAMUS DEL SIGLO XX