PROFECÍAS FILOSÓFICAS SOBRE EL FIN DE OCCIDENTE Y RELIGIÓN


Importantes filósofos de nuestro tiempo indican que la civilización occidental muestra síntomas de decadencia y desintegración, las mismas que mostraron otras antes del derrumbe. Según algunos filósofos, esta cultura podría desaparecer en el caos resultante de una próxima y terrible guerra.


La desaparición de la civilización occidental implicaría, según el filósofo e historiador  Arnold J.Toynbee el establecimiento de un estado mundial, bajo el dominio de una “Iglesia universal”. Pone como ejemplo la caída del imperio romano y la ascensión de la Iglesia católica.

Procesos de desintegración y poder religioso


Las civilizaciones se desintegran por sucesivas sacudidas o por la secuencia derrota-recuperación-derrota, según este mismo historiador. En el caso de Roma, las sacudidas provinieron de una serie de guerra internas, la carencia de gobernantes lúcidos y los asaltos de los bárbaros, que culminaron con el hundimiento casi total en el siglo III de nuestra era. Durante la última recuperación, antes de la caída final del Imperio, la Iglesia Católica (antes perseguida pero que había alcanzado posiciones poder) fue aceptada y sus dirigentes admitidos por los emperadores romanos como participantes en el gobierno, como refuerzos que moderaran su pérdida de control. Cuando el imperio se desmembró en los siglos VI y VII, la Iglesia quedó como beneficiaria, llenando el vacío de poder y convirtiéndose en el único gobernante.

Toynbee señala que la misma relación con el declive de una civilización en decadencia se observa por lo menos en una docena de casos históricos. Hasta ahora, según Toynbee, nuestra cultura sigue un modelo similar: derrota, la 1ª GM; recuperación, la Liga de las Naciones; derrota, la 2º GM; recuperación, la ONU. 

La nueva cristiandad heredera de Occidente


El movimiento ecuménico entre las distintas confesiones cristianas, así como el auge de la religión organizada, presagian un posible porvenir tras la derrota final, en una próxima guerra mundial. Las semillas de una “nueva religiosidad" que hoy se está planteando dará sus frutos, y una “nueva cristiandad”, como la denomina Toynbee, llenará el vacío de poder, como heredera de la civilización occidental. Sin embargo según el historiador la nueva cristiandad no se parecerá al cristianismo actual. Igual que el catolicismo de las primeras épocas, en su celo por convertir a la pagana Europa, tuvo que incorporar muchas de las prácticas paganas a sus ritos, la nueva cristiandad recogerá elementos de todas las demás filosofías y religiones, a fin de constituir un sistema religioso aceptable para todos.

Espiritualidad y cambio


Yoynbee tras predecir la futura ascensión de una Iglesia Universal, se dio cuenta de que una institución de tal tipo nunca satisfaría las necesidades espirituales de la humanidad en orden a la consecución de un verdadero Reino del Espíritu. Según el mismo Toynbee: “El hecho de reemplazar una multiplicidad de civilizaciones por una Iglesia universal no borrará de la naturaleza humana su pecado original. Esto nos lleva a otra consideración: Mientras el pecado original siga siendo un elemento de la naturaleza humana, el César tendrá siempre una misión que cumplir. Seguirán existiendo en este mundo cosas del César que deberán darse al César,  igual que cosas de Dios se habrán de dar a Dios. La sociedad humana sobre la tierra nunca será capaz de prescindir por entero de unas instituciones cuyo funcionamiento no depende puramente de la libre voluntad del individuo, sino que  también, en parte, de la costumbre, y en parte, incluso de la fuerza. Estas instituciones imperfectas tienen que ser administradas por un poder secular (no religioso) , subordinado si se quiere a la autoridad religiosa, pero que no puede ser eliminado. Aún en el caso de que el César fuera eliminado por la Iglesia, una parte de él sobrevivirá en la esencia del ente que le sustituya".

La respuesta al último interrogante del hombre, según Toynbee sólo se alcanzará “cuando la propia naturaleza humana se someta a una mutación moral que signifique un verdadero cambio fundamental en su carácter”. Es decir, cuando se de un verdadero cambo espiritual en el interior de cada individuo".

Para alcanzar este estado se necesitaría una auténtica síntesis entre las distintas religiones del mundo, no basada en un compromiso forzado como única autoridad y una visión de la realidad basada en el poder, sino en una consideración honesta, realizada con el apoyo divino, que reafirme y ponga en práctica la esencia de las verdades sagradas de cada religión y camine hacia la verdadera armonía de la humanidad, sonando, en palabras de Toynbee, como una “sinfonía espiritual en cuatro tiempos”.