Platón toma la idea alma del orfismo. El credo órfico propuso una innovadora interpretación del ser humano, compuesto de un cuerpo y un alma indestructible que sobrevive y recibe premios o castigos más allá de la muerte. En dos obras, El Timeo y El Fedro, expone:
El Timeo. El alma se compone de lo idéntico y lo diverso, sustancia que el demiurgo usó para crear el alma cósmica y los astros. Los dioses inferiores crearon dos almas mortales: la pasional, que reside en el tórax, y la apetitiva, que reside en el abdomen. Por encima de las dos está el alma racional (en la cabeza).
El Fedro. Se expone el mito de los caballos alados: el auriga es el alma racional, el caballo blanco representa la parte pasional y el negro la parte de los apetitos (siempre rebelde). La tarea del auriga es mantener el caballo negro al mismo galope que el blanco. El alma es vista como una sustancia que busca desligarse de los límites y conflictos que surgen de su unión con el cuerpo, y que vivirá plenamente tras la muerte.
Aristóteles aplicará el hilemorfismo (todo cuerpo se halla constituido por dos principios esenciales, que son la materia y la forma) a su concepto del hombre, que es entendido como un compuesto único formado por un alma como forma de un cuerpo, siendo la particularidad del alma humana la razón: "El hombre es un animal racional".
El dualismo entiende el alma como algo independiente, parte de lo divino y de lo bueno, como una hoja blanca metida en un sobre del cual quiere liberarse.