PITÁGORAS Y LA ESCUELA DE MISTERIOS
Pitágoras es el introductor de pesos y medidas, y elaborador
de la teoría musical; el
primero en hablar de "teoría" y de "filósofos", en postular el vacío,
en canalizar el fervor religioso en fervor intelectual, en usar la definición y
en considerar que el universo
es una obra sólo descifrable a través de las matemáticas.
Fueron los pitagóricos los primeros en
sostener la forma esférica de
la tierra y postular que
ésta, el sol y el resto de los planetas conocidos, no se encontraban en el centro del
universo, sino que giraban en torno a una fuerza simbolizada por el número
uno.
EL TEOREMA DE PITÁGORAS
Establece que en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la
hipotenusa (el lado de mayor longitud del triángulo rectángulo) es igual
a la suma de los cuadrados de los catetos (los dos lados menores del
triángulo, los que conforman el ángulo recto).
LOS NÚMEROS

El Kosmos, según Pitágoras, no fue formado por el número o por medio del número, sino geométricamente, es decir, según las proporciones numéricas. El número implica forma y sonido. El número está en la raíz del Universo. Los números dependen del principio del Número, que es en consecuencia, divino.
El Uno. Es la cúspide de la pirámide de los números, puesto que es la primera manifestación de Número. Así, que de éste, que lo compenetra todo, proviene el 1 que es el primer número que está separado.
Alrededor de Uno que
es el Árbol
del Ser, se mueve todo el orden de los números que están pendientes de
él. Y así como los números están contenidos en el 1, la pirámide está contenida
en su propia cúspide, la cual fluye hacia abajo hasta su propia fase.
Los números son afirmaciones negativas y la Divinidad es definida
negativamente por el 1 por cada forma existente en el Universo, porque las
formas se asemejan a ellas en su unidad pero difieren de ella en su diversidad.
Mientras el Uno es
similar a la naturaleza de la divinidad, el Dos Es
diferente porque es el símbolo de los contrarios y de la separación. De ahí que
la Divinidad puede definirse afirmativamente por el 1 y negativamente por el 2.
El Uno, increado, indiviso e inmutable (símbolo de
Dios), penetra y anima al Dos, que por su
propia naturaleza no es nunca el mismo ni se encuentra en el mismo estado
(cifra de la Materia).
Fruto de ambos es el Tres,
que rige los principios universales y la constitución de los seres.
El Cuatro. Es la clave de la unión de los principios humanos y
divinos en Dios, es la forma de perfección.
El Siete. Representa la ley de la evolución de todo lo
creado.
El Diez. El número perfecto, implica el Kosmos completo. Es
la Década sagrada.
Dios es Uno y no está en las formas exteriores de
las cosas sino en su interior y la totalidad de su ser. Es autor de sus propias
fuerzas y de sus propias obras; es la mente y el poder que mueve todo.
La Naturaleza es
la divina Esposa de Dios, el Alma del Mundo; ella contiene en sí la esencia de
todas las almas y los tipos espirituales de todos los seres, resguardados en su
gran manto de luz.
El alma humana es un compuesto del mismo y de la otra, es la unidad de tres principios: Nous, Phren y Thumos. Los dos últimos participan de la
naturaleza de los animales, únicamente Nous es el verdadero principio
espiritual.
LA DOCTRINA SECRETA
La filosofía de
Pitágoras busca resolver por medio de un principio primordial el origen y
la constitución del Universo visto como un todo. Pero abandona la hipótesis de Tales y Anaxímenes, suplantando el
terreno de lo físico por el de la metafísica.
Pitágoras hablaba de la evolución material y de la evolución espiritual del mundo, la una se explica por la otra, pues ambas son actividades paralelas y concordantes entre sí, y consideradas en conjunto, proporcionan la clave del conocimiento.
La evolución material es la manifestación de Dios en la materia y la evolución espiritual es significa el desenvolvimiento de la conciencia individual hasta lograr la unión con el espíritu divino.
El universo físico es una forma perecedrera del Alma del Mundo que concentra la materia del espacio y luego la disuelve y la disemina, creando con ella los astros innumerables-. Las almas vivientes que aparecen después de estos mundos, descienden de Dios y van a Dios.
El Alma humana, la divina Psiquis, es
una mónada inmortal, cuyo remoto florecimiento remonta a los orígenes del
Universo. Para alcanzar el estado actual ha debido vivir en todos los reinos de
la naturaleza, habitando diversas formas, adquiriendo múltiples experiencias y
sufriendo innumerables transmigraciones, en una serie de progresiones siempre ascendentes. Forzada a seguir el círculo fatal de los renacimientos, va
perdiendo paulativamente sus sentidos espirituales que le permitían vislumbrar el cielo, pero en cambio va adquiriendo, mediante el ejercicio, el intelecto y
la voluntad.
Las vidas humanas tienen su propia ley, pero su enlace está regido por la universal Ley de la Armonía, según la cual las acciones de una vida tienen repercusión en otra sucesiva, pues cada existencia es recompensa o expiación de la anterior.
Esta sanación moral no es una venganza ni un castigo sino una purificación, porque la ira es ajena a la Divinidad.
Los animales son parientes del hombre, éste los es de los dioses, y hacia ellos se remonta, pues puede transformarse en una imagen perfecta de Dios por la práctica de las virtudes y la adquisición de conocimiento. Realizando de esta forma en sí mismo su arquetipo viviente en la eternidad, se convertirá en un semidiós, para quien saber será poder y amar será crear.
Según Pitágoras era necesario adquirir conjuntamente tres perfecciones que se complementan entre sí: la de la inteligencia, la del alma y la del cuerpo; mediante la realización de la verdad, de la virtud y la pureza, respectivamente.
El intelecto debe llegar a conquistar la sabiduría de modo que pueda llegar a discernir el bien y el mal, y distinguir en todo la presencia oculta e inefable de Dios. El alma iluminada por el intelecto ha de adquirir las virtudes superiores que transmutarán su naturaleza y aharán aflorar sus características divinas.
LA LIBERTAD HUMANA
Decía que ella no existe para los que viven en la esclavitud de sus pasiones ni para aquellos cuya ignorancia les induce a negar la existencia de Dios y del alma y que consideran la vida como relámpago entre la vida y la muerte. Unos viven con el alma sujeta a la servidumbre pasional y los otros en el sometimiento de la inteligencia a la limitación del mundo físico. Desde que el hombre percibe la verdad y el error, está facultado para elegir entre el bien y el mal: Ascender sobre sí mismo, identificado con la divina Ley del Espíritu, o hundirse más abajo de sí mismo, solidarizándose con la acción del mal. La libertad se magnifica en la medida que el alma asciende hacia la luz del bien y se restringe cuanto más desciende hacia el arco del mal. Éste no es más que la discordancia con la ley divina y no puede ser, por tanto obra de Dios sino producto del hombre en su ignorancia y su existencia que como tal, es aparente y transitoria. El bien existe y es real y eterno.
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