ENOC. LOS HIJOS DE ELOHIM Y SU JEFE SEMYAZZA

Libro de los Jubileos (apócrifo del siglo II a. C.): "Durante trescientos años, Henoc aprendió todos los secretos (del Cielo y de la Tierra) de los bene (El)ohím (‘los hijos de los Dioses’)".


El es el nombre de uno o varios dioses ugaríticos (antigua ciudad portuaria, de la costa mediterránea al norte de Siria) que fueron importados a Palestina e introducidos en los textos sagrados hebreos.

Algunos historiadores bíblicos opinan que el judaísmo fue en un tiempo una religión politeísta, hasta que los sacerdotes del dios Yahvéh ganaron el suficiente poder político y religioso como para declarar un Dios único. Sin embargo, otros opinan que este término sería usado como un plural mayestático de un solo Dios.

En el Libro de Enoc los hijos de los Elohím son llamados "Vigilantes" y se les menciona como un grupo de ángeles.

Según los midrash (método de interpretación de un texto bíblico), de Yalqut Shimoni el Bereshit Rabbati:

Shemhazai y Azazel, (‘le fortalece un El’), dos ángeles que gozaban de la confianza de los Elohím (‘Señores’), preguntaron: «Señores del Universo, ¿no les advertimos el día de la Creación que el hombre demostraría ser indigno de Vuestro mundo?». Los Elohím replicaron: «Pero si destruimos al hombre, ¿qué será de Nuestro mundo?». Los ángeles contestaron: «Nosotros lo habitaremos». Los Elohím preguntaron: «Pero si descendéis a la Tierra, ¿no pecaréis incluso más que el hombre?». Ellos suplicaron: «¡Déjennos vivir allí durante un tiempo y santificaremos Vuestro nombre!».

Elohím le permitió descender, pero enseguida a los ángeles les venció la lujuria por las hijas de Adán y se corrompieron mediante el trato sexual. Enoc dejó constancia no sólo de las instrucciones que recibieron de Elohím, sino también de su posterior caída en desgracia: antes del fin disfrutaban indistintamente con vírgenes, matronas, hombres y bestias.

Shemhazai (o Samyaza) engendró dos hijos monstruosos llamados Hiwa e Hiya; cada uno comía diariamente mil camellos, mil caballos y mil bueyes. Y Azael inventó los adornos y cosméticos empleados por las mujeres para pervertir a los hombres. En consecuencia, los Elohím les advirtieron que liberarían las Aguas de Arriba y así destruirían a todos los hombres y todas las bestias. Shemhazai lloró amargamente, pues temía que sus hijos.

En el Capítulo 6 del Libro de Enoc se dice: 1 Así sucedió, que cuando en aquellos días se multiplicaron los hijos de los hombres, les nacieron hijas hermosas y bonitas; 2 y los Vigilantes, hijos del cielo las vieron y las desearon, y se dijeron unos a otros: "Vayamos y escojamos mujeres de entre las hijas de los hombres y engendremos hijos"; 3 Entonces Shemihaza que era su jefe, les dijo: "Temo que no queráis cumplir con esta acción y sea yo el único responsable de un gran pecado"; 4 Pero ellos le respondieron: "Hagamos todos un juramento y comprometámonos todos bajo un anatema a no retroceder en este proyecto hasta ejecutarlo realmente"; 5 Entonces todos juraron unidos y se comprometieron al respecto los unos con los otros, bajo anatema. 

Siguendo con el Bereshit Rabbati: En aquellos días sólo la virgen Ishtahar permaneció casta. Cuando Shemhazai le hizo proposiciones lascivas, ella se dirigió a los hijos de los Elohím: «¡Préstenme sus alas!». Ellos accedieron y ella voló hasta el Cielo, donde se acogió en el Trono de los Elohím, quienes la transformormaron en la constelación Virgo (según otros, las Pléyades). Al perder sus alas, los ángeles caídos quedaron abandonados en la Tierra durante muchas generaciones hasta que ascendieron por la escalera de Jacob (Génesis 28,11-19), por la que los ángeles ascendían y descendían del cielo. Fue vista por el patriarca Jacob durante un sueño y así regresaron a su lugar de origen.

Shemhazai se arrepintió y se situó en el firmamento meridional, entre el Cielo y la Tierra —cabeza abajo y con los pies hacia arriba—, donde permanece colgado hasta nuestros días, formando la constelación llamada Orión por los griegos.

El escritor griego Arato (comienzos del siglo III a. C.)  escribió sobre este relato: La Justicia (siempre virgen, ya que no yacía con nadie), hija de la Aurora, gobernó con virtud la Humanidad en la Edad de Oro, punto culminante de las distintas eras según los griegos: de hierro, de bronce, de plata y, finalmente, de oro. Un tiempo en los comienzos de la Humanidad percibida como un estado ideal o utopía, cuando la Humanidad era pura e inmortal. En las obras literarias, la edad de oro usualmente acaba con un acontecimiento devastador, que trae consigo la Caída del hombre.