EL ENIGMA DE LOS ATLANTES DE TULA


El mítico reino de Tolan
Algunas hipótesis sitúan a sus moradores como herederos de la mítica Atlántida, y justifican en este origen los sorprendentes conocimientos de este pueblo que parece surgido por generación espontánea.
Entre otros, el historiador George Vaillant indica que los toltecas fueron un pueblo errante que, bajo la dirección del sacerdote-astrólogo Huémac (del que se dice vivió trescientos años), fundaron la ciudad de Tula. Posiblemente este grupo de toltecas fueron desterrados o tuvieron que huir por motivos desconocidos de su patria original, Huehuetlapallan, ubicada en el más mítico que histórico reino de Tolan, de localización imprecisa. Cuentan que vagaron durante 104 años hasta llegar a Tollantzinco, una zona fértil al norte de lo que es hoy la ciudad de México.
Tampoco se conocen los motivos por los que poco después abandonaron este rico territorio y se retiraron hacia la ciudad de Tula, asentamiento de los atlantes. Estos enigmáticos toltecas ya fueron una leyenda para los aztecas, quienes los describieron como "hombres especiales, altos y conocedores de las cosas ocultas", los primeros habitantes de esta tierra después de que el mundo ya se hubiese destruido cuatro veces.
Quetzatcóatl. El instructor de los Toltecas
En la mitología y la historia toltecas, es la figura de Quetzatcóatl es la más importante. La controversia sobre su verdadera identidad es absoluta. Para algunos, el protagonista de las leyendas fue solamente un héroe militar, hijo de Chimalma y Mixcoátl, que acaudilló a su pueblo hacia el siglo X d.C., y que tomó el nombre de una de sus divinidades principales.

Es imposible precisar la cronología de este personaje legendario, si bien sitúan su reinado en Tula, entre los años 843 y 977 d.C. Las narraciones han recogido sobre su destino final un episodio oscuro y sujeto a todo tipo de interpretaciones. Dicen que tentado por el mal, cayó en la soberbia y la lujuria, y que consciente de que había fracasado en su misión, se fue con un grupo de discípulos hacia la costa, donde se inmoló o salió "despedido en llamas" hacia el cielo, convirtiéndose en Venus, la estrella de la mañana. Aquello supuso el declive de su pueblo, que desaparece súbitamente en la niebla de la historia.

Según la interpretación más ortodoxa, las exigencias cruentas de los dioses toltecas y el fuerte dominio teocrático y militar de su gobierno, condujeron a fuertes enfrentamientos con los vecinos nómadas del norte, quienes terminaron por incendiar, hacia el año 1165, los palacios y templos de Tula, que por aquel entonces albergaban a 85.000 personas, expulsando a los toltecas hacia el sur y provocando así su posterior fusión con los mayas, plasmada en Chichen Itzá.

Visitantes de otros mundos
Determinar cuál es el verdadero significado de las figuras conocidas como atlantes, no resulta sencillo. No es mucho lo que queda de la patria de estas colosales esculturas, si exceptuamos ese aluvión de figuras de jaguares y coyotes, águilas que devoran corazones (como las que aparecen en el templo de Tlahuizcalpantecuhtli) y serpientes que enguyen esqueletos humanos. Y coronando tan sombrío panorama, se alzan las orgullosas figuras de estos guerreros, objeto de adoración de grupos ocultistas de todos los tiempos, guardianes de piedra que en su apogeo sustentaron un templo ya desaparecido.

Otros han visto simplemente en ellos a la representación de los guerreros "nahuas", con su vestido militar y su atlas o lanzadardos, un arma esencial que les proporcionó el dominio sobre los pueblos guerreros de la lanza del altiplano y del Sur.
Los guerreros del Cosmos
Sin embargo, para parte de la moderna arqueología, para acercarse a los atlantes, es necesario tener presente el mito esencial entre los toltecas: el de las cuatro eras (bajo las cuales se fundaron no una, sino varias Tulas toltecas diseminadas por todo el país), un mito tan complejo y elaborado que llegó a ser considerado en México como la esencia de la filosofía, siendo el término tolteca equivalente al hombre guerrero y espiritual, el de mayor estima y valía.
Es en el seno de esta mitología semidesconocida donde los atlantes adquieren una nueva perspectiva susceptible de distintas lecturas. La primera de ellas, y la más evidente para muchos arqueólogos, es que estos colosos toltecas son los guerreros de los cuatro tiempos y las cuatro direcciones o rumbos del Universo. Detrás de ellos, dicen, aparecen cuatro columnas con representaciones de Quetzatcóatl en sus cuatro variantes, y de Tezcatlipoca en sus otras cuatro variantes, plasmación del concepto de los cuatro extremos y la dualidad. Para los toltecas, el Universo era dual, y cada una de sus partes se dividía a su vez en otras cuatro, que se articulaban mediante una dinámica de lucha y tensión entre ellas, dominando de forma alterna y creando así el movimiento que da vida. Sin duda, un planteamiento sumamente elaborado para un pueblo del que se dice no conoció los instrumentos de metal.

