EL FINAL DE LA ATLÁNTIDA



En sus Diálogos, el filósofo ateniense Platón calculaba que la Isla de la Atlántida (Poseidonia) una superficie (que parece relativamente reducida) de 2.000 por 2.000 estadios, es decir un poco más de 300.000 kilómetros cuadrados.


Según Platón norteafricanos de la protohistoria egipcia fueron testigos del mayor de los cataclismos de que se tiene memoria. Si damos crédito a cuanto nos dice, la impresión causada por el último hundimiento atlantídeo fue transmitida oralmente, y luego recogida y archivada por los sacerdotes egipcios, hasta que Solón (en la época de la dinastía saita: 664 a 525 a. C.) aprendió el relato de los labio de los propios sacerdotes de la ciudad del delta del Nilo, Sais, contemporáneos suyos. Pero ¿como pudo desaparecer "en un solo día y una sola noche" la Atlántida clásica, como dice Platón? La desaparición de la Atlántida pudo deberse a una erupción volcánica gigantesca, acompañada de un terremoto que originase asimismo un apocalíptico tsunami…

Un relato del final

El geólogo Pierre Termier (uno de los fundadores de la tectónica de las estructuras geológicas moderna) describió literariamente la última tarde de la Atlántida en su artículo "Nueva Luz en la perdida Atlántida": “Cuando releo en mi pensamiento las páginas terribles de la Historia, ante el mar sonriente, indiferente, ante el mar más bello que las catedrales, pienso sin querer en la última tarde de la isla Atlántida, a la que habrá de parecerse, quizás, la última tarde de la Humanidad."

"Todos los muchachos se fueron  a la guerra, allende las islas de Levante y las lejanas Columnas de Hércules. Los que se quedaron, hombres maduros, mujeres, niños, ancianos y sacerdotes, interrogaban ansiosamente al horizonte marino, esperando que apuntasen las primeras velas anunciadoras del retorno de los guerreros. Pero esta tarde el horizonte está vacío y sombrío. El mar parece entenebrecerse y el cielo se estremece y tiembla. El suelo se ha hendido, exhalando vapores ardientes. Se dice que en las montañas se han abierto cráteres por los que brotan humaredas y llamas que lanzan al aire piedras y ceniza."

"Ahora cae por doquier un polvo gris y ardiente…La noche sobreviene de súbito, terriblemente oscura; no se vería nada si no se hubiesen encendido algunas antorchas. Víctima del pánico, la multitud se precipitaba a los templos, pero los templos se derrumbaban, mientras el mar invadía la orilla con un clamor atroz que acalla todos los demás. Algo pasa que bien pudiera ser la cólera de los dioses. Después todo se calma…ya no hay montañas, ni orillas, nada…No hay más que el mar despreocupado, adormecido e indiferente, bajo el cielo tropical tachonado de astros innumerables.”