PROFECÍAS. EL GRAN MONARCA. SALETTE Y NOSTRADAMUS


El antagonismo entre el bien y el mal está presente en todos los campos. Según la tradición, la acción de fuerzas demoníacas, al final del ciclo celeste, será terrible. Terrorífica es la profecía revelada en Salette, Francia en 1846, en relación con el fin del mundo:

“El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque por un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones. Esta será la hora de las tinieblas: 

La Iglesia tendrá una crisis espantosa.

Dado el olvido de la santa fe de Dios, cada individuo querrá guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes.

Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo plan, que será abolir y hacer desaparecer todo principio religioso, para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a todos los vicios. 

La tierra será castigada con todo género de plagas... 

Habrá guerras hasta la última que harán los 10 reyes del Anticristo, los cuales tendrán todos un mismo plan y serán los único que gobernarán el mundo.

Se cambiarán las estaciones.

Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo".

Aunque después de estos acontecimientos apocalípticos, según la traditio francesa, se espera la aparición de un soberano legítimo, el Gran Monarca, anunciado por Nostradamus. Varias son la identificaciones de este monarca. Parece que los aspectos negativos del mundo, el lado demoníaco de la continuidad histórica, lo que se denomina mal, puede ser algo lamentable pero pero inevitable en el desarollo del el ciclo terrestre.


"El emperador alemán acongojará a la religión y a la Iglesia. Llenará a Italia de infinitas amarguras, derribará el casti­llo de Sant'Angelo y toda la ciudad leonina. También Francia sufrirá mu­cho. El emperador se aliará con los orientales y septentrionales. A causa de estas graves tribulaciones morirá el Papa. Vendrá luego el Pastor Angeli­cas y el emperador alemán será derro­tado por el Gran Monarca.". Nostradamus

XII


Ojos cerrados, abiertos de antigua fantasía,  
El hábito de los solitarios será reducido a la nada: 
El gran monarca castigará su frenesí,  
Arrebatar de los templos el tesoro antes que nada. 

Cuanto más esté el grande en falso sueño
La inquietud vendrá a tomar reposo:
Levantad falange de oro, de azul y rojo,
Subyugar África, roerla hasta los huesos. 


CENTURIA V, CUARTETA LXIX

Selín monarca pacificador Italia,
Reinos unidos, rey cristiano del mundo,
Muriendo querrá reposar en Tierra Santa,
Después de haber barrido del mar a los piratas.
 


CENTURIA IV, CUARTETA LXXVII

Europa, tan duramente probada, podrá, al fin, gozar de un poco de paz. El gran monarca, que tan hábil se habrá mos­trado para conseguir la victoria sobre los enemigos de Occidente, se mos­trará también activo y eficaz en la con­solación y robustecimiento de esta paz tan difíalmente conseguida; y, gracias a su gestión, el ansia y la inquietud que habían tan vivamente atormentado a los hombres hasta llevarlos al borde de la más grave ruina cesarán y la paz do­minará en el mundo. Y añade todavía el profeta que el advenimiento de esta esperada y feliz Era no impedirá la ex­plotación de las inmensas reservas ocul­tas en el continente africano que serán aprovechadas y explotadas al máximo, para conseguir así que todas las nacio­nes reciban de ello beneficios comunes. 

Nostradamus escribe aquí un nom­bre en cuyo esclarecimiento han traba­jado afanosa a inútilmente muchos sa­bios comentaristas: Selin Monarca. No sabemos quién pueda ser este esclare­cido Monarca, y son válidas aquí todas las hipótesis, ya sea que con este nom­bre haya querido indicar el vidente el lugar de origen del monarca, ya se trate de un anagrama del nombre ver­dadero. Este gran soberano (y la pala­bra "soberano" puede admitir una más amplia interpretación, sin necesidad de que se tome al pie de la letra, y así po­dría muy bien significar el jefe su­premo de una hegemonía, no necesaria­mente monárquica), conseguida ya la pacificación de Italia y unificados bajo su real mando todos los Estados, será el representante cristiano del mundo, y después de haber limpiado los mares de los últimos piratas, es decir, de los restos de la flota enemiga, supervivien­tes después de la gran errota, deseará ser enterrado en Tierra Santa, como homenaje a la tradición cristiana.

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