LA MUERTE. EL ACCESO AL MÁS ALLÁ


La creencia católica en una vida después de la muerte, donde se premia o castiga según los merecimientos implica la visión de que la otra vida es una especie de ajuste de cuentas con la presente. Otras tradiciones filosóficas o espirituales indican que la persona continúa su existencia en un entorno en el que vivirá experiencias diversas, todas ellas relacionadas con los acontecimientos de sus existencia física. 


Para que este "ajuste" pueda realizarse el fallecido deberá llevarse consigo el historial de su vida. De ella será transferido a los cuerpos con con que va a continuar su existencia.


En un momento determinado, tras el proceso post mortem, el vínculo con la vida terrenal se rompe para convertirse en un poblador del mundo que denominaremos astral, del mundo que resultaba "invisible" en aquélla y respecto al cual la Tierra no es ajena puesto que ha participado de la misma "sustancia" en la que se ha desenvuelto el individuo, en el nivel de lo visible y lo invisible. En este otro plano vivirá en niveles superiores, pero su cuerpo astral es el vehículo que le permite desenvolverse en él, al ser su naturaleza afín a la subtancia de este mundo, como ocurre con el cuerpo y el mudo físico.

A parir de aquí, para el fallecido se presenta una incógnita y misteriosa situación porque no lo puede asociar a nada convencional. Sin embargo un día fue ciudadano en tránsito de este nuevo mundo en mayor o menor medida, inevitablemente, porque cada noche, durante el sueño se ha producido una incorporación en otro plano del cuerpo más sutil de la persona, el cuerpo etérico, que tiene asimismo tiene como soporte y origen el mundo físico, aunque sin ruptura del vínculo que le une a la vida terrenal. Por la noche el cuerpo astral vive en su mundo sin la limitación del cuerpo físico. No importa si al despertar la persona no recuerda las impresiones recibida allí, porque surtirán efecto en la vida cotidiana en cualquier caso.

Es curiosa la creencia popular de "lo consultaré con la almohada", antes de tomar una decisión, y que responde a una intuición ancestral de que durante el sueño se pueden conocer determinadas respuestas, porque accede al lugar donde éstas son conocidas. El mundo astral es tan nuestro como el planeta que habitamos porque pensamos en él buena parte de nuestra vida, aunque no lo recordemos.

Cuando el fallecido está definitivamente desconectado del mundo físico, tiene ante si un largo trayecto que lo llevará desde las profundidades del infierno hasta los espacios celestes. Pero antes tiene que atravesar una zona de nadie, en la que están los seres desorientados. Es un lugar en el que se hallan los que vivieron aferrados a sus posesiones y se resisten a perderlas, por los que jamás creyeron que después de la muerte había algo más, por los que interrumpieron su vida antes de tiempo y otros muchos.

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