Hacia el mileno V a.C., pueblos drávidas, gobernados por una casta blanca, invadieron el Valle del Indo (Paquistán) y crearon una pujante cultura que, tras alcanzar su máximo esplendor en el 4.000-3.5000 a. de C., fue destruida por la invasión aria.
El
urbanismo logró un alto grado de desarrollo. Las metrópolis tenían
amplias calles, viviendas con agua corriente, servicios y baño propio,
así como un sistema de canalización compuesto por losas movibles que hoy
en día no podríamos superar.
También podría haber sido el Tibet la cuna de la civilización proto-india pues los Hsign Nu, una enigmática tribu blanca, desarrollaron en esta zona un floreciente imperio. Un explorador francés, el sacerdote Duparc descubrió las ruinas de la que fuera su capital. Según su descripción era magnífica: monolitos revestidos de plata, pirámides escalonadas, etc.
En excavaciones posteriores afloraron armas, sepulcros, joyas y la extremidad de una construcción
puntiaguda, similar a las de Zimbawe (Rodesia). La cultura Hsign se
remonta al 8.000 a. de C., pero su historia es desconocida; según
la leyenda: "antes de cataclismo ígneo", los Adoradores de Estrellas
tenían una civilización muy elevada; tras el desastre emigraron
masivamente hacia el sudoeste (Paquistán).
Asia
Central encierra misterios apasionantes: ¿Quién creó los subterráneos
del Gobi y que finalidad tenían? El arqueólogo soviético, Enkslov
descubrió, bajo las ruinas de la
antiquísima Khara-khota (Mongolia), un gigantesco laberinto subterráneo
decorado con pinturas murales.